Desde hace ya varias semanas venimos padeciendo una seguidilla de accidentes de tránsito, donde su efecto más visible es la pérdida de vidas humanas, en su mayoría jóvenes, aunque en estos casos poco importa la edad. Pero, aunque no se habla tanto en la prensa, también hay secuelas irreparables: mutilaciones, familias desmembradas, sufrimiento de los seres queridos, sustento familiar que se pierde, días de trabajo pérdidos, fuertes gastos para las familias y el estado en la reparación (cuando es posible) de los daños...
Los que andamos todo el día por la calle, podemos ver que el tránsito en Montevideo está mal, muy mal controlado.
El que tiene una camioneta grande muchas veces se cree con derecho a pasar primero en una esquina, aunque venga a la izquierda o tenga un cartel de ceda el paso; el que tiene una agil motito se cree con derecho a pasar entre el auto y el cordón de la vereda, olvidándose de que todos los espejos tienen un punto ciego; el que conduce un vehículo con motor cree que tiene poder sobre las bicicletas y que los peatones que quieren cruzar, aunque sea en una esquina, son una molestia.
Personalmente, hace mucho, mucho tiempo que no veo a la Policía de Tránsito en la calle, salvo cuando van abriendo paso a algún visitante extranjero o delegación deportiva. Si es función de la policía, en general, mantener el orden, debiera ser objetivo primoridal de la Policía de Tránsito mantener el orden en el tránsito.
Por supuesto que es responsabilidad de cada usuario de la vía pública (peatón o conductor) comportarse adecuadamente pero, cuando eso no pasa, alguien tiene que llamarlo al orden.
También debiera ser responsabilidad de los padres saber si su hijo está capacitado y es responsable como para asumir la conducción de un vehículo, pero hace unos días todos nos enteramos de un gravísimo accidente causado por un joven a quien le habían regalado un auto pocos días atrás.
Y ni que hablar de las nuevas modalidades como "la gallinita ciega", "la ruleta rusa", las picadas... formas encubiertas de intentos de suicido, cometidas por jóvenes que a veces tienen edades de quince años o menos. ¿Y sus padres? Donde está el ejercicio de la patria potestad en estos casos.
No tengo soluciones para este problema. Sólo sé que algo hay que hacer. He oído propuestas de limitar la velocidad, de ser más estrictos en la entrega de la licencia de conducir, de aumentar las sanciones a las infracciones. Nada de eso sirve en tanto alguien idee formas de violar las disposiciones, y en eso los uruguayos nos creemos muy vivos. Alguien anulará los dispositivos de límite de la velocidad (porque además tendríamos que tener un límite en ciudad y otro en carretera), o evadirá las multas, o dará un examen de conductor impecable, pero después dejará de cumplir las reglas.
Como dije, no sé que es lo que hay que hacer, pero algo hay que hacer para que podamos seguir creciendo y mejorando, en paz, en orden, y sin tener que seguir lamentando tantas pérdidas de vida y de calidad de vida.
Hasta la próxima.
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